viernes, 28 de junio de 2013

Capítulo 2

Durante la ducha empecé a pensar en todo lo que había dejado atrás. Normalmente, las duchas sirven para aclarar mi mente o bien para deprimirme un poco, como esas personas que después de un momento duro o de una ruptura difícil escuchan canciones melancólicas que hacen que se hundan aún más. El género humano es así.

Repetí en mi memoria mi breve y desastrosa estancia en Londres. Volví a visualizar mis recuerdos de escritora fracasada y lo difícil que había sido un año intentando cambiar de ambientes, de empezar otra carrera y de volcarme a una profesión que siempre me había gustado y en la que nunca pude entrar. Tras muchos noes y una larga desesperación, conseguí establecerme como traductora freelance después de un final de carrera que se me había hecho eterno. Recordaba cómo Lucía me había animado a tener paciencia, algo que en estos tiempos resulta necesario.

Después, chequeé mis emails para comprobar que sólo mi ex compañero de la universidad, Eddy, me había escrito. Había sido mi amigo desde que le conocí en la puerta de una clase a la que no quise entrar, un belga muy atractivo cuya primera imagen era extrañamente extraña. Era una persona, se podía decir, libre, en todos los sentidos en los que uno pueda serlo. Actualmente estaba en Francia, desempeñando unas labores de carácter dudoso que en muy pocas ocasiones se dignaba a mencionar. Eddy era así, no contaba nada de su vida privada y sin embargo conseguía hacerte sentir como en casa.

" Hey honey! Cómo te va todo? Has empezado ya con la mudanza? Cuando te cambies de casa y estés instalada tendrás la gran amabilidad de invitarme a tomar un té? (Si haces natillas tampoco me quejaré...). Sigo en Francia, ayudando a un colega con la edición de un libro. He conseguido un piso compartido con otras cinco personas más, creo que me quedaré por aquí una temporada más, al menos hasta que decidas hacer una fiesta :P.

Missing u so much

xxxxx"

Tenía que admitir que yo también echaba mucho de menos al belga.

Llamé a la agencia de mudanzas para asegurarme de que vendrían en dos horas a recoger todas las cajas, así que tenía tiempo para aprovechar y embalar cosas que aún seguían estando en casa de mis padres. Era consciente de que mi nuevo piso no era especialmente grande, pero tenía mucho cariño a la mayoría de mis libros y sentía que no podía deshacerme de ellos. Miré en los cajones empotrados en la pared de mi habitación, una habitación que tenía más años de los que podrían tener mis bisabuelos. Encontré unas viejas cintas de cuando era pequeña, y la melancolía de aquellos años me hizo sonreír. Seguí escarvando un poco más. Descoloqué los cajones y metí la mano en el hueco que los cajones habían dejado. Toqué algo duro, rectangular, que parecía ser un libro. Había quedado enganchado entre el tope de los cajones y la pared, pero conseguí sacarlo.

Efectivamente, era un libro. Estaba encuadernado en piel marrón, una piel que parecía envejecida, y en algunos extremos, oscurecida por lo que podría ser la humedad y el polvo. Estaba atado entre una fina cinta de lo que parecía ser el mismo material. Su cubierta era fría, y sin embargo tan familiar, tan curtida. Decidí ser prudente antes de abrirlo.

- ¡Papá! -grité desde el suelo donde estaba sentada. Mi padre acudió a mi llamada con esas pisadas que resonaban por toda la casa. - Papá, ¿es esto uno de tus diarios?

- A ver hija, déjamelo. -Mi padre se quitó metódicamente las gafas y lo observó con detenimiento. Toqueteó el librito y me lo devolvió con un gesto extrañado. -No hija, no es mío. ¿Dónde estaba?

- Detrás de los cajones, ¿no te suena de nada?

-No hija -respondió él intentando recordar si pertenecía a un largo pasado al que ahora no reconocía.

Cuando mi padre se fue, decidí abrirlo. Leí la primera página, que sólo contenía una pequeña frase. Por supuesto, era imposible que fuera de mi padre. Estaba escrito en un inglés arcaico, que a primera vista y por mis conocimientos de la universidad, parecía pertenecer a lo que se denominada Middle English, un idioma inglés que pertenecía aproximadamente al periodo del 1110 - 1200 Después de Cristo. Por lo que recordaba, y haciendo un esfuerzo, decía:

"Para recordar siempre 
lo que una vez fui". * 

"Para recordar siempre lo que un día fui". Esta frase estaba escrita a mano. En tinta negra, en una hoja muy, muy amarilleada. Era una letra bastante laboriosa. Los puntos negros al final de la frase y en un tramo medio entre las dos líneas me hicieron pensar que fue escrito con pluma o algo parecido. Concluí que o bien era ficción, o bien era un diario. De ser así, y en cualquier caso, era imposible que hubiese pertenecido a mi familia. Nadie había estudiado idiomas, y mucho menos podrían haberlo escrito en Middle English.

Miré a mi alrededor esperando ver una cámara oculta. Volví a meter la mano a través de los resquicios para comprobar que no había nada más, sólo este libro. En ese momento vi claro que me lo llevaría conmigo. Esa primera frase, el "recordar lo que un día fui" me sonó a promesa. Una promesa que ahora me había sido dada a mí.

* Frase original en Middle English remembren allwaye þat ones ic was. Traducción al Inglés Contemporáneo to remember always what I once was. 

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